Quien esté libre de pecado que tire la primera piedra, pero duele mucho comprobar cómo cíclicamente se repite entre nosotros la inclinación cainita a atacar o descalificar -muchas veces incluso con notoria difamación e injusticia- a personas que comparten, por lo menos en lo más fundamental, nuestros mismos ideales.
No creo que haga falta extenderse en el daño que esta estéril y destructiva costumbre hace a quien la practica, a quien la sufre y al conjunto de nuestra Causa, que así se debilita precisamente en unos tiempos en los que necesita fortaleza y unidad en la diversidad. No podemos permitirnos el lujo de estar desunidos.
Sin ningún ánimo de pontificar ni de aplicar medicinas a nadie, pero sí de compartir mis particulares reflexiones sobre el tema por si a alguien le sirven, se me ocurren hasta diez ideas sobre las que trabajar en el nuevo año para intentar corregir esta costumbre de la maledicencia, tan humana y -según dicen- también tan española:
1. Respetar al otro y su particular camino, aunque no sea el mío.
2. Considerar lo que nos une más que lo que nos separa y pensar en términos de suma y no de exclusión (como decía el otro, de «y-y» en lugar de «o-o»).
3. Corregir en privado y no ante 1.542.724.920 personas (ese es el número de usuarios de internet).
4. Pensar en positivo sobre las intenciones del otro (o al menos concederle el beneficio de la duda, sobre todo si creemos que el respeto a las personas es tan importante y éstas, además, comparten lo fundamental con nosotros y sus obras demuestran que merecen confianza).
5. Contar hasta diez (o mejor hasta mañana por la mañana) antes de darle a la tecla enter.
6. Descolgar el teléfono o tomarse juntos un café en lugar de mandar un correo electrónico o subir un post o un comentario para el mundo mundial.
7. Valorar despacio las consecuencias que lo que escribo o divulgo puede tener.
8. Verificar las informaciones que me llegan y analizarlas con rigor y sentido crítico, en lugar de aceptarlas superficialmente.
9. Pensar en arreglar la propia casa en lugar de meterme a fontanero de la del prójimo que, además, ni siquiera conozco bien.
10. Saber rectificar y pedir humildemente perdón. Perdón, escribe Llano, parece ser la palabra más ardua de pronunciar pero es la única que siembra paz.
Seguro que hay otras muchas buenas ideas que podemos considerar y sobre las que hacer buenos propósitos para el año que ahora empieza. No estarán reñidas con el deseo de servicio a la verdad ni con la legítima y deseable crítica constructiva. Nunca verdad y caridad, rectamente entendidas, pueden ser incompatibles entre sí.
El inmortal José Hernández, en el pasaje de los consejos de Martín Fierro a sus hijos, tiene sobre esto unos versos verdaderamente geniales:
Los hermanos sean unidos,
Porque ésa es la ley primera;
Tengan unión verdadera
En cualquier tiempo que sea,
Porque si entre ellos pelean
Los devoran los de ajuera.
Jaime Urcelay