Es una anécdota genial que Alejandro Llano incluye en el muy recomendable segundo volumen de sus memorias, recientemente editado*. Me limito a copiar:
Anciano y ciego, a Jorge Luis Borges lo invitaron a impartir una conferencia en la Universidad de San Marcos de Lima. Se encontraba entonces Perú bajo una dictadura militar -los coroneles- considerada progresista. Borges se había pronunciado poco antes a favor de posturas tenidas por incorrectas. Cuando llegó al aula magna de la Universidad, lo acogieron los estudiantes con una tremenda bronca. Borges aguantó tranquilo el temporal, mirando a la lejanía con sus ojos vacíos. Los estudiantes, cansados ya de insultarle, hicieron por fin silencio. La lección fue maravillosa. Al comenzar el turno de preguntas, hubo una que valió por todas:
-Señor Borges, inquirió un estudiante, ¿cómo es posible que una persona genial como usted mantenga posturas que van en contra del curso de la historia y son totalmente impopulares?
-Oiga, joven, ¿no sabe usted que los caballeros sólo defendemos causas perdidas?
No me resisto a copiar también el parrafito que añade Llano:
Las causas que merece la pena defender son las perdidas. Porque las otras ya hay quien las apoye y no necesitan que se las defienda.
Por la transcripción,
Jaime Urcelay
*Llano, A.: Segunda navegación. Memorias 2, Ediciones Encuentro, Madrid, 2010, 421 págs. La anécdota está en uno de los capítulos más sobresalientes del libro cuyo título es ‘La funesta manía de educar’ (pág. 322).