De Domènec Melé, Profesor Emérito del Departamento de Ética Empresarial y titular de la Cátedra de Ética Empresarial del IESE, proponemos hoy una magnífica síntesis en 10 puntos de los criterios que definen en la práctica una dirección humanista y eficiente en las organizaciones. Está tomada de IESE Revista de Antiguos Alumnos (nº 138, julio-septiembre 2015).
1. Como principio fundamental se establece la prioridad de las personas sobre las cosas y el respeto incondicional a la dignidad de toda persona, a sus derechos innatos y al logro de un auténtico florecimiento personal.
2. Las personas son sujetos conscientes y libres, no meros recursos productivos o simples fuentes de ingresos.
3. La dirección de empresas requiere conocer lo mejor posible a los colaboradores y sus intereses, motivarlos adecuadamente, sin manipularlos, y comunicarse con ellos de un modo persuasivo y veraz.
4. El trato y las políticas de dirección de personas han de estar basados en el respeto, el cuidado y la promoción del desarrollo de empleados y colaboradores, desterrando todo maltrato y evitando actitudes de indiferencia.
5. El diseño de la organización ha de favorecer la iniciativa, la participación y la responsabilidad personal, sin reducir nunca a los empleados a meros receptores de órdenes.
6. El liderazgo empresarial ha de estar basado en una actitud transformadora y de servicio que fomente el sentido de pertenencia y la voluntad de colaboración.
7. La actuación eficiente en el logro de objetivos empresariales es una exigencia ética en la medida en que esas metas están al servicio de la sociedad y de los legítimos intereses de las personas y grupos implicados.
8. El incremento de la eficiencia y unos mayores beneficios no serían legítimos si se lograran con un trabajo indigno, con menosprecio a las personas o sin respetar el medioambiente.
9. El acceso, ejercicio y retención del poder se justifica por la necesidad de aunar voluntades y en razón del bien de la empresa y de la sociedad.
10. La selección de supervisores y directivos debe tener en cuenta no solo sus competencias técnicas, estratégicas y organizativas, sino también sus competencias morales, enraizadas en el carácter.