Casada y sumisa: práctica extrema para mujeres sin miedo

Publicado el 22 de abril de 2012
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Leí el otro día en la revista Misión una entrevista a una italiana que ha escrito un libro sobre el papel de la mujer en la familia y el matrimonio: Casada y sumisa: práctica extrema para mujeres sin miedo. Así de primeras, según lees el titular de la entrevista «Ser esposas sumisas responde a los deseos más profundos de nuestro corazón», flipas, pero en el fondo flipas no tanto por lo que dice sino por las narices de decirlo así porque hoy muy poquita gente se atrevería a lanzarse con algo tan políticamente incorrecto. Y luego al leerte la entrevista entonces además de flipar por las narices de esta señora  -si consigues rebuscar en lo hondo del corazón, quitarte prejuicios y teorías de moda-, te identificas plenamente y  te da pena que no se digan así más veces las cosas y más alto; y es siempre que alguien habla de la mujer acaba impregnándolo todo  con su poquito de feminismo, de igualitarismo, de ideología de género y, sobre todo, de miedo a decir las cosas como son y como realmente nos puede hacer llenar y llevarnos a la verdadera plenitud de vida.

Constnza Miriano, la autora del libro, viene básicamente a decir que todos encontramos la felicidad dándonos generosamente a los demás, en el desarrollo de la vocación de servicio, y nos explica en qué consiste, en la mujer, ese servir a los demás en su familia y en el matrimonio.  Para ello se limita a las palabras de S. Pablo en la carta a los Efesios que se lee típicamente en las bodas, (o creo que se leía antes porque ahora casi nadie la elige porque produce escándalo) «mujeres, obedeced a vuestros maridos» o como lo traducen en la entrevista «esposas, estad sujetas a vuestros maridos». Y mirad qué bonito (y con cuánta razón) lo explica: «San Pablo nos recuerda que a las mujeres nos gusta controlarlo todo, decir la última palabra, manipular por detrás. Ser sumisas significa, literalmente, estar por debajo para ser el apoyo de todos los miembros de la familia, para acompañar a los más débiles. Es una cualidad propiamente femenina, a pesar de lo que diga la revolución feminista».

O sea, que se trata de ser los cimientos, lo que está más abajo, lo que no se ve,  pero  que es la base del edificio sin la cual se derrumbaría, como se derrumban hoy tantos matrimonios.

(Y luego ya viene la segunda parte de la misma carta a los Efesios, «maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo amó a su Iglesia. Él se entregó a sí mismo por ella». Todo perfecto.)

Leonor Tamayo

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