La uniformidad cultural a la que estamos acostumbrados también quiebra de vez en cuando y el cine de Hollywood nos sorprende al devolvernos el incomparable y dulce sabor de la verdad, la bondad y la belleza.
Así lo experimenté ayer cuando tuve la oportunidad de ver con mi familia una de esas películas que se salen de la dictadura del pensamiento único y que a la vez aprovechan toda la extraordinaria magia del cine.
Me refiero a The blind side, dirigida por John Lee Hancock y protagonizada por Sandra Bullock. Una película que ha alcanzado un grandísimo éxito de taquilla en los Estados Unidos y que mereció un óscar a la mejor actriz principal, siendo también candidata a la mejor cinta.
La película, basada en hechos reales, es una inteligente y entretenida reivindicación de la familia y de su papel insustituible en la creación de vínculos, en el arraigo y en el desarrollo de las virtudes fundamentales que nos hacen madurar como personas. Es una película en la que resplandece el valor de la gratuidad y la donación, de la superación personal y de la lucha por mejorar cada día y conseguir los sueños que nos proponemos, de la importancia del sentido del honor y del cumplimiento del deber. Pero también el valor de la ternura, de la comprensión y la aceptación recíproca y el perdón.
Jaime Urcelay