Nicolás de Cárdenas, en la presentación de «Mi historia y once más»: «El servicio a los demás tiene que ir más allá de la puerta de casa»

Publicado el 10 de mayo de 2018
Facebook
Twitter
LinkedIn
WhatsApp
Telegram

En un ambiente entrañable y con la asistencia de un nutrido público, este miércoles ha tenido lugar en la Casa del Libro, en Madrid, la presentación del libro de Leonor Tamayo «Mi historia y once más». Publicado por Ediciones Áltera, en apenas una semanas el libro ha alcanzado ya su segunda edición.

A lo largo del acto, en el que estuvo también presente María San Gil -responsable del prólogo del libro-, hicieron uso de la palabra Rosalía de Santos, jefa de edición de Ediciones Áltera, el periodista Nicolás de Cárdenas -Redactor Jefe de del diario Actuall– y la autora, quien trazó un breve recorrido por algunos de los temas abordados en el ensayo y agradeció la buena acogida que está teniendo entre los lectores.

Leonor Tamayo, Presidente de Profesionales por la Ética y de la plataforma internacional de mujeres Women of the World, quiso también dar protagonismo en la presentación a su marido y sus diez hijos, alguno de los cuales tomó la palabra para expresar, de manera espontánea, su propia mirada de una familia tan numerosa.

Por su interés y emotividad, reproducimos a continuación la intervención íntegra de Nicolás de Cárdenas, a quien agradecemos su amabilidad al cedernos el texto de la misma.

Presentación ‘Mi historia y once más’ de Leonor Tamayo

Por Nicolás de Cárdenas

Hace unas semanas se me vino a la mente un pensamiento singular, que nunca antes había pasado por mi mente: el primer acto de la Providencia respecto a cada uno de nosotros es el momento mágico en el que nuestros padres se miraron a los ojos y pensaron, cada uno respecto del otro: yo soy para ti. Repito: “Yo soy para ti” y no “tú serás mío”.

Desconozco cómo fue ese momento en el caso de Paco y Leonor, pero a la vista está que esa entrega mutua ha fructificado de una forma excepcional.

Hagamos un poco de ciencia ficción.

Si en algún momento se le hubiera ocurrido a Stalin preguntar de Leonor, como lo hizo sobre el Papa, ¿cuántas divisiones tiene?, estaríamos tentados de responder que 11. Además de su marido, sus hijos: Paco, Jorge, Teresa, Leonor, Isabel, Pablo, Pilar, María, Juan y Carmen.

Pero la respuesta sería profundamente errónea. Porque Leonor es una mujer que, con todas sus limitaciones humanas, no tiene divisiones, o al menos su vida refleja una profunda unidad. Si acaso, se multiplica y no sólo por la obviedad de su prolija descendencia.

Leonor, la mujer, ama profundamente a su marido y, pese a sus muchas responsabilidades familiares, no son pocas las veces que le he oído comentar que Paco tiene mucha más presión que ella al llevar sobre sus hombros la responsabilidad de ganar el dinero para la casa.

Leonor, la madre, adora la vida rodeada de sus hijos. Es feliz entre pañales y pucheros; organizando la casa y haciendo de chófer; cosiendo y haciendo deberes; descubriendo a sus hijos en su singularidad, llorando y riendo con ellos.

Leonor, la activista social, estudia, se reúne, viaja y pelea a contracorriente impulsada por la íntima convicción de que el servicio a los demás tiene que ir más allá de la puerta de su casa, de que es posible hacer un mundo mejor y de que merece la pena entregar la vida por el prójimo: subirse al ring a pelear a pesar de los golpes que haya que encajar.

Leonor, la amiga, la que siempre te recibe en casa con una sonrisa y, por qué no decirlo, un niño en brazos. La que da consuelo y esperanza. La que siempre dice sí a pesar de que uno se pregunta ¿de dónde saca el tiempo?

Todas estas facetas, aunque en el día a día parezcan chocar de manera irremediable, están profundamente intrincadas entre sí, en una unidad de vida que para sus amigos, es ejemplo y fuente de estímulo permanente.

Y una vez canonizada la autora, que estoy convencido de que ya se ha arrepentido de invitarme a esta presentación, hablemos del libro.

Lo primero que hay que decir es que, al menos a mí, me ha dejado en evidencia. Llevo años diciendo que escribiré un libro y hasta llegué a esbozar un índice. Y pese a que mi circunstancia personal es diametralmente opuesta –dice un amigo mío que estoy desaprovechado- al final apenas he redactado unos apuntes.

Leonor no. Ha sido capaz de sacar horas de nadie sabe dónde para escribir uno –y bueno- entre ollas de macarrones más propias de Panorámix, reuniones por Skype para organizar la última iniciativa de Women of the World en la ONU y cenas para diseñar nuevas campañas de Profesionales por la Ética.

Esta es la primera gran lección. Nunca más digan “no tengo tiempo”.

El primer capítulo resulta ser un brillante recorrido sobre la identidad femenina. En apenas 20 páginas, ha sido capaz de sintetizar las bases de la configuración de la complementariedad y la dignidad del ser humano, hombre y mujer, y de ofrecer un resumen de cabecera sobre las características básicas de la esencia femenina y la evolución de la ideología de género y el feminismo radical, sus grandes amenazas. Y no disimula el resultado, porque termina diciendo, con esa naturalidad que le caracteriza: “Un buen resumen, ¿verdad?”.

Después habla de Paco, de quien le horroriza el nombre, pero le gusta todo lo demás. Y si no le gusta todo, pues se lo calla ( a veces). Porque como bien dice, al marido (o a la esposa), es a la única persona de la familia a la que elegimos. No está de más tenerlo presente.

No se pierdan en este tramo del libro la defensa encendida de la perícopa de la Carta a los efesios de san Pablo en la que se dice, entre otras cosas: “Mujeres, obedeced a vuestros maridos”.  Ahí lo dejo.

De la faceta de madre, qué decir. Pues que son páginas llenas de ternura, en las que hace repaso de sus experiencias, algunas de ellas dolorosas. He de decir que en ellas he reído y llorado a partes iguales. Os emocionarán.

Creo recordar que Leonor no ha reflejado en el libro una anécdota que a mí me ha resultado siempre muy reveladora del modo en que la apertura a la vida se vive en esa casa. En cierta ocasión pidieron en el colegio a uno de los hijos que pintara a su familia. Y allá que se puso, poco a poco: papá, mamá, un hermano, dos, tres, cuatro, cinco, seis… y por encima de ellos, sobre el cielo azul, una línea de angelitos: uno, dos tres, cuatro, cinco… La sorpresa de la profesora fue notable, al descubrir que se trataba del resto de los hijos de Leonor y Paco. Los que se adelantaron a cuidarles desde el cielo.

Sobre los pormenores del siguiente capítulo, que aborda cómo se organiza una familia numerosa, permítanme que pase de puntillas. Yo vivo solo y siempre tengo la sensación de que estoy todo el día poniendo lavadoras y planchando. No me quiero imaginar la logística de esa casa… Si su situación personal es más parecida a la mía, no podrán cerrar la boca al leerlo.

Si tienen situación similar a la de Leonor y Paco, seguro que encuentran trucos aprovechables y, sobre todo, un descubrimiento: la felicidad de vivir con sencillez. Prometo apuntarme al cine de verano en el jardín.

Siendo este un libro sobre la feminidad, la maternidad y la familia, se entiende que el capítulo que versa sobre la dedicación al servicio al bien común a través de la sociedad civil sea algo más escueto. Pero creo que la razón por la que Leonor lo ha hecho así tiene más que ver con su humildad.

Discúlpenme, porque podría haberme ahorrado este rollo leyendo las dos páginas de resumen que ofrece la propia Leonor en ‘Mi historia y once más’. Hubiéramos terminado antes y, con toda probabilidad, sacando a hombros de la sala a Leonor, porque es un texto vibrante del que subrayo sus últimos tres párrafos. Tendrán que leerlos.

Pero espero a cambio haber despertado el interés suficiente para que ustedes compren este libro, que, de alguna manera, ya forma parte de la numerosísima nómina de hijos de Leonor –de Leonor y Paco-.

Muchas gracias.

Ver también en Ediciones Áltera una nota sobre el acto, pinchando aquí.

Actualidad en Twitter
[custom-twitter-feeds]
Últimos artículos
Enlaces destacados