En las naciones de tradición católica celebramos hoy por todo lo alto, pese al contexto de laicismo y consumismo exacerbado, la Festividad de la Epifanía del Señor, en la que Dios, hecho Niño en un pobre pesebre, se manifiesta como el más preciado regalo para la humanidad, representada en Belén por los Reyes Magos de Oriente.
Al conmemorar con gozo esta Fiesta queremos proponer a todos los amigos de Profesionales por la Ética algunas de las principales ideas que Joseph Ratzinger, Benedicto XVI, ha dedicado al significado de los Reyes Magos en su más reciente libro, La infancia de Jesús*, una obra bellísima que refleja bien la profundidad de la fe y la talla intelectual del Santo Padre.
Desde una asombrosa erudición histórica, biblica y teológica, Benedicto XVI comienza el capítulo IV, dedicado a «Los Magos de Oriente y la huida a Egipto», con una recreación del contexto histórico y geográfico en el que se produce la Adoración de los Reyes y una explicación de quiénes eran esos «Magos venidos de Oriente» a los que se refiere el Evangelio de San Mateo.
Para Joseph Ratzinger «los hombres de los que habla Mateo no eran únicamente astrónomos. Eran «sabios»; representaban el dinamismo inherente a las religiones de ir más allá de sí mismas; un dinamismo que es búsqueda de la verdad, la búsqueda del verdadero Dios, y por tanto filosofía en el sentido originario de la palabra. La sabiduría sanea así también el mensaje de la «ciencia»: la racionalidad de este mensaje no se contentaba con el mero saber, sino que trataba de comprender la totalidad, llevando así a la razón hasta sus más elevadas posibilidades.
(…) Podemos decir con razón que (estos hombres) representan el camino de las religiones hacia Cristo, así como la autosuperación de la ciencia con vistas a él. Están en cierto modo siguiendo a Abraham, que se pone en marcha ante la llamada de Dios. De una manera diferente están siguiendo a Sócrates y a su preguntarse sobre la verdad más grande, más allá de la religión oficial. En este sentido, estos hombres son predecesores, precursores, de los buscadores de la verdad, propios de todos los tiempos«.
Basada en los textos del Antiguo Testamento, la tradición ha convertido a los Magos en Reyes, dotándoles de universalidad al ser soberanos de los tres continentes entonces conocidos: África, Asia y Europa. «El rey de color –escribe el Papa– aparece siempre: en el reino de Jesucristo no hay distinción por la raza o el origen. En él y por él, la humanidad está unida sin perder la riqueza de la variedad».
«Más tarde se ha relacionado a los tres reyes con las tres edades de la vida del hombre: la juventud, la edad madura y la vejez. También ésta es una idea razonable, que hace ver cómo las diferentes formas de la vida humana encuentran su respectivo significado y su unidad interior en la comunión con Jesús».
Finalmente, apunta, «queda la idea decisiva: los sabios de Oriente son un inicio, representan a la humanidad cuando emprende el camino hacia Cristo, inaugurando una procesión que recorre toda la historia. No representan únicamente a las personas que han encontrado ya la vía que conduce hasta Cristo. Representan el anhelo interior del espíritu humano, la marcha de las religiones y de la razón humana al encuentro de Cristo».
Animamos a nuestros amigos a leer directamente en La infancia de Jesús el resto de las páginas del mencionado capítulo, dedicadas a explicar, en términos de gran interés, el significado teológico y los posibles fundamentos astronómicos de la estrella que guió a los Magos, el paso de éstos por Jerusalén y, sobre todo, la Adoración y el ofrecimiento de dones ante Jesús, en reconocimiento de su dignidad regia.
* Editorlal Planeta, Barcelona, 2012.
Imagen: Adoración de los Reyes. Detalle del Retablo de la Virgen del Rosario, obra del “maestre Enrique, flamenco” (1532). Iglesia de San Cosme y San Damián. Poza de la Sal (Burgos).