En Bélgica, sin apenas oposición, avanza a pasos agigantados la eutanasia para menores de 12 años como ya adelantábamos aquí. En España superamos con mucho los 100.000 abortos anuales; como si se extinguiera anualmente la población de Lugo.
El fondo de esta tragedia es la instalación, en la conciencia colectiva, en las leyes y en las costumbres, de la cultura del descarte a la que en muchas ocasiones, también como arzobispo de Buenos Aires, se ha referido el papa Francisco en términos como estos:
La cultura del descarte produce muchos frutos amargos, como el desperdicio de alimentos y el aislamiento de muchos ancianos.
Por desgracia, objeto de descarte no es sólo el alimento o los bienes superfluos, sino con frecuencia los mismos seres humanos, que vienen descartados como si fueran cosas no necesarias.
Por ejemplo, suscita horror sólo el pensar en los niños que no podrán ver nunca la luz, víctimas del aborto, o en los que son utilizados como soldados, violentados o asesinados en los conflictos armados, o hechos objeto de la trata de personas, esa tremenda forma de esclavitud y que es un delito contra la humanidad.
Terrible es el descarte de cualquier ser humano mediante la explotación, la violencia o cualquier tipo de agresión. En el caso de los niños, no nacidos, enfermos, con alguna discapacidad o simplemente indefensos, es un verdadero holocausto. Se llame aborto o eutanasia y esté o no legalizado. El régimen nazi, no lo olvidemos era legal.
Teresa García-Noblejas
Matar a un niño cuya vida va a estar llena de sufrimiento no es un acto de barbarie, sino un acto de benevolencia hacia ese niño, de la consideración de sus intereses. Creer que en la vida importa algo más que la felicidad o infelicidad del individuo que la vive, que tenemos la obligación de no matarnos cuando somos infelices porque la vida es ‘sagrada’, no es más que una superstición.
Lo que Bélgica prepara es una buena ley que evitará mucho sufrimiento.
Yo sí creo que la vida es el supremo don en esta tierra. Si la razón de matar a un niño es si va aser felizo o no, podemos matar a toda la humanidad, pues en cada persona hay mucho dolor. Pero abrir los ojos y sonreir al menos una vez, no tiene precio. Sí a la vida. No a la cultura de la muerte.
Ya entiendo, los ungidos por la ideología de género y el relativismo moral tienen «derecho» a matar porque «saben» quien va a ser feliz y quien no. Recuerdan a los nazis, que «sabían» que los judíos no iban a ser felices por no ser arios, o a los jemeres rojos que «sabían» que los campesinos eran infelices, o a ETA reventando niños porque «sabían» que eran infelices en las casas-cuartel. Ellos lo saben todo, deciden quien no va a ser feliz, y lo liquidan. Ellos no son supersticiosos, son superiores e imponen sus dogmas progresistas «como sea».
La vida no es «sagrada»; ya lo dicen las femen: el aborto es «sagrado».
Estimado Antonio,
Es verdad que en toda vida hay mucho dolor. En muchos casos, las experiencias felices de que disfrutamos compensan el sufrimiento que padecemos. En esos casos, lo correcto es no matar. Ahora bien, en otras muchas ocasiones los individuos tienen vidas de sufrimiento no compensado: son tan poco felices y padecen tanto que lo bueno para ellos es no vivir. La mayoría de veces podemos ayudarles a remediar ese sufrimiento y hacer que su vida valga la pena. Lo correcto es prestarles tal ayuda. En otros casos, simplemenet no podemos evitarles el sufrimiento y lo mejor que podemos hacer para ellos es matarlos.
A veces, muchas de esas personas son niños. También en esos casos lo mejor para ellos es que mueran.
Estimado Enrique,
No soy relativista. Soy objetivista moral, como Ud. Lo que ocurre es que discrepamos acerca de cuál es la Verdad moral. Yo creo que tengo razón y que Ud. no: si sus creencias se pusieran en práctica, el mundo sería un lugar peor.
Yo no «sé’, en general, si la vida de alguien vale la pena o si, por el contrario, lo mejor para ella es morir. Pero sí sé, y Ud. también porque la información al respecto está al alcance de todos, respecto de ciertos casos particulares, que lo mejor para esas personas es morir. Ocurre cuando padecen una enfermedad que les causa padecimientos graves e incurables que no dejan espacio para la felicidad.
No comprendo su analogía con los nazis y los jemeres rojos. Entre Ud. y ellos hay más semejanza que entre ellos y yo. Permita que me explique. Yo creo que lo único que importa moralmente es el bienestar y el sufrimiento de todos los seres sentientes, humanos o no. Ellos, como Ud. pensaban que eso no era lo más importante: los nazis, porque lo era la raza aria; los jemeres rojos, porque lo era la clase obrera; los ecologistas, porque lo es la naturaleza; Ud. y el resto de cristianos, porque lo es la vida humana.
Todas estas son posturas igualmente erradas: lo que nos debe mover moralmente es la consideración del bienestar y sufrimiento de todos los seres. Nada más importa.
Abrazos,
Feinberg
Feimberg, cuando respetamos la vida en todas sus fases, sea sufriente o no, no es una teoría: va acompañado de un desarrollo del amor que no conoce límites, es creativo, propone soluciones, las lleva a cabo y hace feliz al sufriente.
No, la base de nuestra sociedad no es el bienestar y eliminar el sufrimiento de cualquier modo – como usted afirma- , incluso aceptando matar al principio o al final de la vida.
La base de nuestra sociedad debe ser el amor y la ayuda solidaria a los que sufren, acompañando y aportando soluciones de todo tipo.
Viendo las obras del cristianismo ante el sufriente comprenderá lo que nos mueve.
Estimada María,
Creo que tiene razón cuando afirma que las practicas morales de nuestra sociedad no se basan en el principio de procurar la mayor felicidad al mayor número e intentar abolir el sufrimiento.
Efectivamente se basan en otras cosas: el valor especial de la vida humana por encima de otras vidas, el respeto a las decisiones autónomas de las personas, el valor especial de los ecosistemas, el apego a las tradiciones, etc.
Ahora bien, las prácticas basadas en estos principios son erróneas. Es preciso que nuestras sociedades abandonen ese aspecto de sus creencias morales tradicionales.
Creo que Ud. asume que siempre existe un remedio para hacer buena para alguien una vida que es miserable. Sin embargo, eso es empíricamente falso. Dado el estado de la ciencia, a veces los seres humanos padecemos dolores graves, incurables, inaliviables y permanentes que hacen que lo mejor para nosotros sea morir.
Cuando eso ocurre, lo que el amor a esa persona exige es matarla, no mantenerla con vida.
Ya veo las obras del cristianismo en materia de vida o muerte. Son peores que las que yo propongo.
Abrazos,
Feinberg
Sr. Feinberg, las personas de buena voluntad buscan la verdad y el bien de la naturaleza, que incluye el bien de todos y cada uno de los humanos; este concepto se llama Amor y es incompatible con arrogarse la facultad de matar niños o enfermos, aunque en estos tiempos sea «progresista» y «políticamente correcto».
Si relee con calma mi escrito verá que no me he referido a Vd personalmente en ningún momento. Vd sabrá por qué se ha aplicado a sí mismo una analogía con los nacis y los rojos, porque yo me refería a los «ungidos por la ideología de género».
Sin embargo, dice que yo tengo semejanza con nacis y rojos y, al mismo tiempo, que soy cristiano. Caramba.
Le diré que disfruto con el silogismo y me incomoda el sofisma.
Le deseo paz, Sr. Feinberg
Estimado Enrique,
En primer lugar, la buena voluntad o benevolencia no consiste en buscar «la verdad y el bien de la naturaleza, que incluye el bien de todos y cada uno de los humanos». Al menos, no consiste en eso exactamente.
La benevolencia consiste en procurar la mayor felicidad al mayor número de seres, sean estos humanos o de otras especies con capacidad para la experiencia.
Además, al contrario de lo que Ud. sostiene, la naturaleza es una mala maestra con que orientar nuestra buena voluntad. En primer lugar, la naturaleza, es decir, el conjunto de leyes físicas de la materia y los objetos materiales que pueblan el universo, no existen con el propósito de procurar el bien, sino que existen sin propósito alguno. En segundo lugar, resulta que de hecho, las leyes físicas han genero un mundo en el que el sufrimiento está a la orden del día, y lo cotidiano es que los seres enfermen y mueran y que unos tengan que devorar a otros para sobrevivir. La naturaleza no es un modelo, sino un espacio en el que los seres humanos hemos de intervenir, y contra el que hay que combatir.
Tratemos ahora de aquellos seres cuya enfermedad les produce tanto sufrimiento que lo mejor que pueden desear es morir en vez de seguir viviendo. Lo que la benevolencia o amor exige en estos casos es ayudarles a que mueran, pues es eso y no vivir lo que les procura el mayor bien. Y hemos de perseguir el mayor bien para el mayor número.
Mi analogía con nazis, rojos y ecologistas obedece a lo siguiente: al igual que los cristianos, ellos cometen el error de creer que hay algo distinto del bienestar que es moralmente valioso, incluso más valioso. Unos dicen que es la raza, otros que la clase, otros que la naturaleza y otros que la humanidad. Todos están equivocados. Es decir, Ud. está equivocado: lo que debe hacer es preocuparse sólo de hacer feliz a todos. A veces, eso implica remediar su sufrimiento; otras, cuando eso no es posible, implica matarlos.
He ahí la explicación se mi silogismo.
Abrazos,
Feinberg
Feinberg, es Vd. consciente de su última frase:
lo que debe hacer es preocuparse sólo de hacer feliz a todos. A veces, eso implica remediar su sufrimiento; otras, cuando eso no es posible, implica matarlos.
Saludos. Teresa García-Noblejas
Feinberg, Vd cree estar en posesión de la verdad absoluta, y deduce que los que no están de acuerdo están equivocados. No creo que se pueda ser feliz aupado en la soberbia total; le deseo que se abra con humildad a la búsqueda de la verdad por si acaso no estuvieren todos equivocados menos Vd .
Hace un siglo que la humanidad sufre más de lo normal porque controlan el poder quienes no tienen escrúpulos en usar la violencia para imponer su ideología, aunque sea torturando y matando. Y el totalitarismo fanático no se resigna a desaparecer.
Y, por favor, no llame silogismo a un conjunto de aseveraciones indemostrables (la definición, variantes y ejemplos de silogismo se encontraban en los libros de filosofía que se estudiaban antes de la LOGSE).
Buenas noches queridos contertulios.
Me alegra verle de nuevo sr Feimberg.
Es sorprendente cómo, hace tiempo, cuando la medicina no podía paliar el dolor, no se mencionaba la opciòn de matar «para hace un favor» , que es la razón que el Sr Feimberg aporta para lo que toda la vida ha sido un asesinato.
Actualmente, con las medidas de sedación nadie tiene porque sufrir una muerte dolorosa. Morfina y derivados, junto con otros activos son perfectamente capaces de eliminar el dolor e incluso el miedo a la muerte porque se produce una «sedación anímica» que se conoce desde hace tiempo.
Lo que no se puede evitar es el dolor de los que ven morir al ser querido que se incrementa si lo ven sufrir.
Eiminado el sufrimiento, resulta incoherente decir que lo matamos para que no sufra o para hacerle un favor… favor que en infinidad de casos la víctima no lo siente como tal.
Sólo veo una razón para matar al enfermo: ahorrar los medios asistenciales de una agonía que puede ser más larga que las horas de sedación terminal..
De igual forma que es más barato eliminar un feto que ayudar a la madre y el niño, eliminar enfermos o gente «molesta» sólo obedece a un interés económico que se viste de bondad y generosidad por mero transbordo ideológico inadvertido.
Sus seres queridos estarán muy contentos al saber que está dispuesto por amor, a matarlos. Los míos pueden tener la seguridad de que haré lo imposible para que no sufran y los acompañaré hasta el último minuto que pueden estar conmigo.
Ya que estamos en San Valentín, le recomiendo regalar a su ser más querido una tarta con la siguiente inscripción:
» Te amo tanto que, si hace falta, te mataré»
Resulta entrañable y tranquilizador.